Te diré todo lo que pasa por mi inmensa cabeza el instante que pienso en ella.

Ella es un ángel, y considerando lo ‘creyente’ que soy, con solo esa declaración debería abandonar todo deseo de seguir escribiendo esta bella prosa.

Una armonía de John, George, Paul y Ringo, todos cantando a la vez,

un día soleado de primavera.

Una luna que gobierna mis mareas;

tranquiliza los pensamientos cabreados y

mantiene el viento constante ante la calma.

Podría ser el cielo de algún planeta desconocido

o una brillante y pasajera estrella fugaz,

que solo presencias una vez antes del descanso final.

Después de un litigio interno prolongado, llegué a la conclusión que no es ninguno de los conceptos mencionados,

porque ella se siente cuando está a mi lado.

Dicen que no existe tal cosa como vivir en completa oscuridad.

Ella es una luz que nunca se apaga.

Suprime el miedo inevitable que entra al cerrar los ojos en la noche

y arde más que el sol de verano en pleno mediodía.

Palabras exactas no existen para la concepción literal completa de lo que ella es. Solo una pretensión banal que genera el intento de un escritor ingenuo.

Un sueño lúcido causado por anestesia natural…

Una corazonada que no puedes abandonar…

Un segundo de éxtasis en tu propia realidad…

Un narcótico alentador para curar tu enfermedad…

Te alivia, aunque sin ella, sufres.

Sí la puedo describir a perfección con pocas palabras: Ella es mi todo.

El único problema con ser mi todo, es que sin ella, yo sería nada.