Sentada en la mesa junto a su grupo de amistades, vio que quedaba un último pedazo de pizza. Todos se miraron buscando algún tipo de aprobación para evitarlo.

– «Ya estoy lleno, no puedo más».

– «No debería, me queda un largo día por enfrentar».

– «Siento que si sigo comiendo, perderé las ganas de entrenar más tarde.»

Las condiciones se presentaron para que esa porción sea de ella, pero la indecisión reinó en ese momento. Se escondió en sus pensamientos por unos instantes y reflexionó: «¿Qué pensarán de mí si lo hago? Ya comí suficiente, aunque puedo con uno más, es mi ingrediente favorito y no sé cuándo se repita de nuevo esta visita. Aunque… no puedo seguir comiendo todo lo que quiera. Tal vez no hoy o la próxima semana, pero en el futuro tendré consecuencias seguras».

Por miedo a las presiones sociales, decidió echar a perder ese último pedazo de pizza. A pesar de desearlo con todas sus ansias y violar su creencia tipo ‘carpe diem», no solo pasó por la escena dolorosa de ver a uno de sus amigos sacrificarse y comerse el pedazo, sino que también se castigó a ella misma y no pidió postre tampoco, para evitar un posible cargo de conciencia dietético.

Salió del restaurante quebrada por dentro, pero con esperanzas de que todo se mejoraría en unos momentos. Desafortunadamente, La Pelona tenía que cumplir con sus deberes y la mujer fue arrollada por un auto mientras cruzaba la calle de forma despreocupada, como lo haría cualquier otro día ordinario.

Acostada en el piso, dando sus últimos respiros en esta Tierra, sintió una punzada aguda en el estómago. Era el hambre que la había atacado, superando todo dolor. Su último pensamiento fue el arrepentimiento de no haber alcanzado la máxima felicidad 5 minutos antes de abandonar este plano terrenal.

Moraleja:

Así no se puede vivir la vida. Siempre come rico.