Despertar al otro lado de la cama

En un día inusual, la prisa se sienta a darse el café de la tarde, no se espera el colectivo, llueve solo para alimentar los oasis del desierto, la sombra se esconde en la niebla donde no entra la luz, y de vez en cuando, no soy yo.

Se escucha clara mi voz entre el ruido de la multitud vociferando, leo el alfabeto de un lenguaje que no aún no tiene nombre, cuento lo que quiero contar, sin estructura, ni principio o final.

Duermo sin desasosiego en la atmósfera cálida de mi habitación, despierto siendo un extraño en la sociedad sin alguna memoria de ayer, me pongo guapo para ti y hago lo que digo vestido con la americana en pleno verano. Brindamos juntos los vivos y muertos por el privilegio de compartir una fecha de expiración fugaz, porque no sé dónde comenzar o terminar, pero me entrego ciegamente a las riendas del azar como un navegante a la merced de la marea y el viento cuando no hay tempestad.

Camino bajo el sol del mediodía sin que se tueste mi piel, enfrento la intimidad al romper la burbuja que rodea mi verdad, dejo de respirar hasta permanecer inmóvil y evito mencionar que es mejor dar la espalda a la inevitable realidad que mis días están contados y el reloj de mi muñeca derecha cuartea el tiempo residual.

Sin importar si mañana será un día normal o inusual, soy feliz con el mero hecho de estar vivo hasta que termine la función.

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