Parte 1: Prefiero libertad
«En un día como cualquier otro bajo nuestra nueva forma de vivir, las personas continuaban en sus hogares, las calles permanecían desérticas, los negocios cerrados sin aviso de reapertura, los carros dejaron de moverse, los aviones no despegaron más y los botes quedaron varados en los muelles.
En un día como cualquier igual otro bajo la forma de vivir que siempre se ha existido en la naturaleza, crecieron los campos verdes a nuevas alturas, cubriendo zonas que antes eran inhabitables, los animales vagabundeaban en libertad sin preocupación alguna, se purificaron todas las aguas y se pintaron color transparente, se expandió el cielo azul, repleto de nubes en ciertos soles, totalmente despejado bajo las estrellas…
El mundo entero respiraba.»
—-
Me acuerdo cuando primer avisaron que serían solo tres semanas, luego ocho, y esas ocho se convirtieron en meses que siguen sumando años. Se produce durante el día, solo lo necesario hasta llegar la noche. Se reposa de noche, solo lo necesario hasta que llegue el día. Repensamos como se tiene que vivir para seguir viviendo, día tras día, noche tras noche, sin una meta final. La gran mayoría abandonó la noción de volver al pasado, ‘como eran las cosas antes’. Terminaron rendidos ante las nuevas circunstancias y trataron lo más posible de preservar los mismos hábitos que los definían. “Acoplarse” le dicen. Todavía quedan unos pocos esperando la buena nueva mesiánica. Palabra clave ‘esperando’. Como si de entre nosotros surgiera otro salvador 2.0. en plena era digital. “Nunca abandonar la esperanza” dicen. Yo respondo “suerte con eso”. Mientras la mayoría ‘se acoplaba’ y unos pocos ‘tenían esperanza’, yo opté por crear mi propia facción, explorar otro tipo de ideología de cara a la realidad más reciente, una postura honesta, auténtica, pero sobre todo, sensata: “A la mierda”.
El consenso en aquellos momentos fue mantener la fe porque de seguro llegaría algún descubrimiento revolucionario. Esa misma fe en los sistemas y estructuras que fallaron cuando tenían que responder por nosotros. “Al borde de la cúspide” leían los titulares durante un tiempo. Ese fue el último de los optimistas, al menos de los que me acuerdo o tal vez el más que me gustó de forma irónica. Sí estoy seguro que fue el que me hizo decidir no volver a informarme más. De qué te sirve estar al tanto, cuando no está pasando nada. No me hace falta saber qué está ocurriendo adentro, quién renovó su sala, si todos los paquetes llegaron con 100% de exactitud a sus destinos, qué nuevas crías nacieron… ¿Por qué siguen embelleciendo sus casas? ¿Siguen viendo los shows en la tele? ¿Siguen aparentando la misma ‘normalidad de antes’? ¿Saben por qué? Porque no pueden tolerar otro tipo de existencia, porque no saben enfrentarse a sus condiciones de vida, porque tienen miedo. Trabajan desde la casa, como si todo estuviera igual, para aferrarse a la memoria de lo que ‘tenían antes de todo’. Terminan su jornada, y comen en la misma mesa donde estuvieron laborando por horas, sintiéndose realizados. Van de la cama a la sala, y de la sala a la cama. Se conformaron con lo que tienen, y no lo con que pudieran tener; con lo que permaneció intacto en sus vidas, y no con lo que pudieron haber reformado.
Perdieron la misma motivación que nos separaba del resto de las bestias, que ahora corren sueltas por toda zona sin controles de seguridad. De-evolucionaron, si se puede decir. De ser animales conscientes en búsqueda de nuevos límites y conocimientos, a ser criaturas domesticadas sin pasión alguna más allá de vivir cada día como el anterior, porque ‘así se sobrevive, así somos felices.’ Pues yo no aguanto más estar muerto en vida. Esta rutina eterna que durará hasta que caduque mi existencia de manera orgánica. Si no tengo manera de subir, pues me conformo con vivir mis últimos momentos como un buen salvaje. Ser un animal totalmente liberado, sin las ataduras impuestas por la sociedad. Cueste lo que cueste, mi decisión está clara y tomada sin duda alguna. Sepa la persona que lea esto, que mis últimas palabras antes de salir fueron: “A la mierda todo.”
Parte 2: Uno más
Mamá dice que todo anda bien. Ella ama este tipo de vida. Se levanta todos los días a la misma hora. Prende la música y escucha las mismas canciones cada mañana mientras se prepara para comenzar su día. Todavía con la sábana pegada, hace sus video-aeróbicos mirando la tele para terminar de levantarse. Así mismo, sudada y con la respiración agitada, la veo feliz cocinando el desayuno para nosotras. Casi siempre comemos juntas en la mesa, pero hay días en que me gusta observarla desde la sala, a ver si algo cambiaría hoy. Nunca sucede. Termina de comer y tarareando se mete a bañar. Ya desayunada, ejercitada y bañada, se sienta en su escritorio, suspira y dice en voz alta, aunque no esté cerca de ella: “Bueno, a trabajar.” Permanece sentada en el mismo asiento, con la misma postura, haciendo la misma tarea trivial por horas, sin decir una palabra hasta que le toca su periodo de almuerzo. Ahí vuelve a hablar en voz alta de nuevo, aunque esté sola, la escucho diciendo lo mismo siempre: “Bueno, a comer.” Se levanta, cocina otra vez más y se sienta en el sofá a comer viendo cualquier cosa que estén dando en la tele. Estoy segura que ni le pone atención. Hay veces que coge una película a mitad y la ve como si nada. Cómo es posible, ella no tiene ni idea de lo que estaba sucediendo antes, y ahora verá el final. No le importa. Se queda recostada en el sofá por unos minutos más hasta que suena el reloj.
Pasaron los 55 minutos exactos de sus 60 disponibles para almorzar. Los cinco restantes los utiliza en: fregar los platos, ir al baño, luego entrar a mi cuarto y preguntarme si mi día va bien, añadía al final que hay comida en la nevera. De nuevo a sentarse y trabajar por varias horas más frente al computador, haciendo nada, lo mismo de siempre.
Yo estoy pendiente a lo que hace en su trabajo a cada rato y no me hace sentido. Primero le llega un texto dentro de un programa. Ese mismo texto le reescribe en otra ventana, y finalmente, lo copia-pega en un tercer programa para enviarlo a no sé quién. He visto textos desde solamente tres a cuatro palabras, hasta un párrafo completo. Ya confirmado el envío, toma una captura de pantalla y la guarda en un archivo junto al resto. Debe tener cientos de miles ya. Hace ese mismo proceso, una y otra vez, por horas, sin parar, todos los días, dentro de la casa. Yo no entiendo cómo puede. Tal vez es algo de adultos que todavía no sé. Tal vez me diga cuando sea más grande. Nunca me he atrevido a preguntar porque creo que no me dirá la verdad.
La escucho conversando por teléfono y video llamada con sus otras amistades. Todas igual de felices con sus trabajos y vidas. Algunas veces llaman durante la sesión de aeróbicos y hacen ejercicios todas juntas. Casi todas las semanas ponen una película y se ponen a beber vino mientras la ven. En ocasiones me he sentado a verla junto a ellas, pero ni siquiera están pendientes a lo que pasa. Siguen comentando y tomando durante toda la peli, no me dejan disfrutarla. Para eso no veo nada. Si total, la mayoría de las veces ni la terminan. Alguna de ellas dice que ya tomó demasiado y se va acostar. Las otras repiten que es una buena idea y harán lo mismo. Ahí terminan la llamada, y me pregunta: “Miji, cómo te va en la escuela, ¿hiciste todas las asignaciones?”. Yo siempre contesto que sí, y ella siempre responde: “qué niña tan buena tengo” y se va a acostar. He hablado esto con mis amigas de la escuela y me cuentan que en su casa es más o menos igual. Aunque todas ellas tienen a su papá en la casa también. Al menos hay otra persona para hablar y tal vez tengan días diferentes a los míos.
He llegado a pensar que ella está triste por dentro y esta es su forma de esconderlo para no afectarme a mí. Pero no, me he dado cuenta que ella de verdad es feliz, lo veo en su cara cuando se levanta y canta por las mañanas. Cuando termina sus ejercicios y sale el vapor del agua caliente tras terminar de bañarse. Al hablar con sus amigas y tomar vino. Están felices, no tengo duda que sí están felices todas. Yo no estoy triste, o sea, sí, admito que estoy feliz. No me falta nada y por lo menos ella no es como las mamás de mis amigas que siempre las regañan por cualquier cosa, las obligan a acostarse temprano, hacer tareas a una hora en específico… Con ella, todos mis días son iguales. No hay sorpresas, no hay malos momentos, no peleamos. Vivimos en la misma casa a pies de distancia, pero nos distancia un mundo invisible ajeno a nuestra realidad. Algunas veces me pongo triste porque no tengo una hermanita para jugar con ella. No sé como se siente tener a una personita que siga todos tus pasos, juegues con ella y quiera ser como tú cuando sea grande. Conozco a las de mis amigas, ellas siempre pelean con sus hermanas. Yo no haría eso. No me gusta pelar con nadie.
Llevo tiempo tratando de recordar cuándo fue la última vez que mamá me habló del exterior. Creo que nunca me ha compartido una memoria de antes. Quizás a lo mejor me imagino estas cosas porque las escucho cuando habla con sus amigas o he visto tantas pelis que hasta se me mezclan las ideas con lo que vivo. Pero es imposible. Si no fuera por el techo transparente en el patio, no vería las nubes y el sol arriba de mí. Ya no soy tan pequeña como para escaparme por la ventana de los paquetes. Lo he pensando hace años, sería bien fácil hacerlo. Los drones siempre llegan puntuales a la misma hora. Era cuestión de esperar a que abran la compuerta y antes de soltar el paquete, aprovechar para salir. Pero es peligroso, o al menos así me dicen en la escuela. Apenas hablamos del tema más allá de repetir lo mismo todos los días. “Afuera, nunca. Adentro, siempre. Siempre seguros, nunca en peligro. Así vivimos más, así vivimos felices”. Te obligan a decirlo tantas veces desde pequeño que uno ni puede contradecirlo porque se hace parte de ti, como una verdad que simplemente no puedes negar porque no sabes con qué sustituirla. Pero yo no pienso en eso, todas seguimos con nuestras vidas día a día sin cuestionarnos. Es más fácil así, estamos más felices así. Tal vez algún día sea distinto, es la poca esperan—
(Sonó la puerta del cuarto abriéndose.)
“Miji, cómo te va en la escuela, ¿hiciste todas las asignaciones?”.
—Sí, mamá.
“Qué niña tan buena tengo.”
(Sonó la puerta del cuarto cerrándose.)
Otro día más igual que siempre. Tal vez mañana sea distinto.
— Finalizar grabación #2,943—
Parte 3: La cuarta edad
¿Una historia dices? Bueno, aquí va. Te diré la única que me sé de corazón.
Me considero afortunada, porque a pesar de mi sufrimiento en estos últimos momentos, viví una vida plena y crié una familia grande y saludable —que ahora no tengo ni idea dónde están y tal vez se han olvidado de mí—. Pero lo más importante de todo, pude vivir dos vidas en dos mundos, el antes y después. Pude zambullirme en los ríos, trepar árboles, correr por la grama, encontrarme con las amigas para apostar a las cartas. Estas son las memorias que me llevaré al más allá, donde sea que vaya. Estos últimos años he sido acompañada por la soledad, y los recuerdos de mi amado que todos los días doy gracias porque se fue en paz, y sin dolor. Agradecida estoy que lo superé en vida, ya que soy más fuerte y acostumbrada a la melancolía. Él no hubiese podido estar tanto tiempo adentro.
Pelearíamos todos los días porque trataría de salirse por la puerta. Habrían días en que ni nos dirigiríamos una palabra y lucharíamos por no ser el primero en romper el silencio.
Estamos hablando de un hombre que le gritaba a los robots cuando dejaban la compra en la puerta, no nunca usó un móvil holográfico porque decía que le gustaba tocar pantallas, que se resistía a dar órdenes en voz alta a dispositivos asistentes porque solo se debe hablar con humanos. Se fue antes de todo, lo pudimos llorar juntos y enterrar en el suelo. Se hubiese muerto en estos tiempos, y entre llamar a los drones de la morgue para que recogieran su cadáver a ser cremado en un lugar lejos de su casa, solo para nunca poder regresar; su alma nunca hubiera podido descansar en paz. Que dios lo guarde en su remanso.
Viví mi segunda vida, la de después, en un vecindario con gente buena que siempre me ha cuidado. Se aseguraban que tuviera comida, me llaman cada varios días para verificar que esté bien, se ofrecen a prender sus cámaras y mantenerme compañía durante horas. Algunas veces ni hablamos, solo los veo cuidado a sus hijos, limpiando la casa, estando solos en el sofá leyendo. Es como si estuviera ahí con ellos. Me recuerdan mi casa, cuando era una madre a tiempo completo, con los hijos ya grandes y adultos antes de mudarse.
Cada uno escogía un área para estar a solas, y todos respetábamos su espacio sin interrumpirlos. Yo los veía haciendo lo mismo que veo a diario por las cámaras de mis vecinos. Estudiando para sus clases, hablando por teléfono con sus enamoradas, vistiéndose frente al espejo para su gran entrevista de trabajo… Tan rápido que pasan los años para que solo sigas recordando el mismo puñado de memorias. Al menos son recuerdos bonitos y los sufrimientos del pasado se me han olvidado.
Nunca pensé que duraría tanto. Dejé de contar después de los 100-algo años de vida. Total, ¿qué más da? Soy una vieja que no le importa a nadie. Suerte tuvo Jaimito que se fue temprano y no vivió las etapas caóticas antes de la cuarentena. Me acuerdo cuando comenzó todo. Se murió gran parte de las personas que valoraba. Millones contagiados en cuestión de semanas. Nadie sabía nada, no sabían qué hacer para detener esta calamidad masiva. Estuvimos meses sin poder acercarnos los unos a los otros. Bebés que no conocieron a sus madres hasta un semestre de vida. Hombres que no sentían el calor de sus amadas hasta ser reunidos de nuevo. Madres prohibidas de abrazar a sus hijos. Una locura total. La incertidumbre causaba pánico y el pánico causaba caos. Tuvimos un tiempo de normalidad entre medio, creo que llegamos a los dos meses sin tragedias en incremento.
Pero sin previo aviso, regresó una segunda ola que tomó al mundo totalmente desprevenido. Las muertes subieron a los millones sin forma de detenerlas. Hasta que el primer ministro de Labud sugirió cuarenta indefinida. Al principio, las personas seguían saliendo a las calles y desobedecían las medidas, pero poco a poco fueron perdiendo ese espíritu desafiante o simplemente, terminaron muertos. Las personas se dieron cuenta que salir era prácticamente muerte segura. Ahí fue cuando se legitimó la única posible solución a todo: permanece en sus casas. Esos primero años fueron los peores. La gente no se podía acoplar, vivían con miedo de que viniera una tercera ola desde la seguridad de su hogar.
Otros querían ser la excepción y se lanzaban la exterior a probar si ‘eran los escogidos’. Por un tiempo se regó que las personas con cierto tipo de genética eran inmunes, pero como nadie tenía acceso a ese tipo de prueba tan especializada, el resultado fue miles de personas experimentando por su cuenta como sobrevivir afuera. La tercera ola había llegado, y la dejaron entrar con la puerta abierta. El desastre liquidó hasta los que estaban siguiendo toda regla impuesta. Niños, ancianos, jóvenes saludables se extinguieron en la seguridad de su hogar. Ningún lugar estaba seguro.
Lo próximo definió los tiempos en que vivimos ahora mismo. El gobierno centralizado, liderado bajo el comandante Labud, decretó obligatorio quedarse dentro de sus casas (o donde estuvieran) hasta nuevo aviso. Ese nuevo aviso nunca llegó. Soldados blindados que se hacían llamar “ombis” fueron casa por casa poniendo candados y barricadas frente a puertas de salida y entrada. La gran mayoría aceptaron estos términos forzados porque se sentían más seguros al ver las medidas extremas tomadas por los gobiernos. Sí quedaron personas que trataron de organizarse para enfrentarse a este nueve orden, pero no podían hacer nada. Sin saber nada de lo ocurría afuera, tampoco sin el equipo necesario para enfrentarse a los zombis, fueron diezmados al instante. La gente entendió que para sobrevivir, había que quedarse adentro. Así ha sido hasta el día de hoy, y así será hasta que se acabe esto.
Yo estoy cansada, me pesa vivir. Por suerte, sí tengo una última opción. Agradecida estoy por la compasión mínima que nos demostraron los de arriba. Cruzaré el puente hacia el desconocido sabiendo que no tengo ni un solo arrepentimiento. Lista para otra vida de felicidad, lista para otra vida de sufrimiento. Lista para mi gran recompensa, el descanso eterno junto a todos mis seres amados.
Nos vemos vecinita. Gracias siempre por mantenerme compañía, aunque haya sido a través de una pantalla. ¡Dulces sueños!
(Abrió una cajita pequeña que estaba sellada, no era más grande que un libro. Adentro había otro empaque menor, esta era del tamaño de una caja de joyería, que decía: PARE y REFLEXIONE PRIMERO. Prosiguió abriéndola al instante. En un papel cuadrado del interior, las instrucciones leían: Tomar ambas tabletas con vaso de agua. Así vivimos más, así vivimos felices. Luego de haberlas ingerido, dijo en voz alta: ‘¡Harry!’ y se prendió el holograma en la pared de la sala. ‘Marca el 988’ . Se acostó en el sofá y cerró los ojos por última vez).
— ¡Mamá! ¡Mamá!
— Dime, mi niña.
— Estoy tratando de levantar a Doña Lisa y sigue durmiendo.
— (Suspiró la madre) Eso es que está cansada y tiene que dormir mucho.
— Ayer me estaba contando un cuento y me quedé dormida.
— Ponte a ver otra cosa o mejor apaga esa pantalla ya. Estás todo el día pegada. Deja a la gente tranquila. ¿Hiciste todas tus asignaciones?
Parte 4: Efímero Exterior
— Todavía no me he acoplado por completo (dijo susurrando para no hacer tanto ruido y hacerse sentir).
“Qué va a ser”, le contestó en el mismo tono.
— En serio, no puedo creer que llegué hasta acá. Algunas veces siento que no va a durar y en cualquier momento se acabará. Me forzarán a regresar a mi vida de antes.
“Me forzarán a regresar a mi vida…” dijo mofándose. “Hazme el favor, nadie nunca regresa. Por qué lo harían, si aquí encuentran un propósito real. Llegaste hasta acá, tuviste suerte. Ahora tienes otra oportunidad para vivir.”
— Espero que así sea. Porque haber salido por la puerta gritando no fue un plan muy bien pensado de mi par-
Se escuchó una puerta estrellándose al abrir, con varios hombres entrando mientras el que lideraba el grupo gritaba:
—¿Cuál es el chachareo aquí? ¿¡Para eso vinieron!? LIIIIIIIINEAAA ¡AHORA!”
Habían unas 16 personas dentro de ese salón durmiendo en literas, quedaban unas 18 más sin ocupar. Se levantaron sorprendidos y rápidamente salieron corriendo al centro del cuarto, parándose en una línea a lo largo con el saludo emblemático de levantar el brazo derecho hasta la cara y taparse la boca con el bíceps, mantenido la muñeca al nivel del oído izquierdo. Algunos estaban descalzos, otros todavía en paños menores, y un pobre infeliz que no le alcanzó el tiempo ni para vestirse.
— ¡BIEN! Así me gusta. Rápido. (Caminaba a lo largo de la línea inspeccionando de pies a cabeza a todos, hasta llegar al que estaba como Dios lo trajo al mundo.) ¡USTEDES VEN! ESTO ES DEDICACIÓN. En vez de cubrirse, prefirió cumplir con la orden. ¡ASÍ SE SALVAN VIDAS! ¡ASÍ MANTIENES TU VIDA! ¡ASÍ! ¡NO! ¡SE! ¡PIERDEN! ¡VIDAS! Mírenlo, ni siquiera se tapó sus partes. Mantuvo el saludo sin duda alguna. ¡OMBI!
— ¡Sí!
— Vaya y póngase pantalones. Pero no se atreva a bajar esa mano.
— Pero…
— ¡USE SU OTRA MANO! Tiene dos. ANDE. AHORA. Y REGRESE ENSEGUIDA.
— ¡Sí Señor! ¡VOY!
Se marchó corriendo hasta su litera, donde encontró su maleta que estaba debajo de la cama. La abrió y sacó el pantalón, pero no pudo ponérselo de una. Trató varias veces sin suerte. En una ocasión, hizo dos brincos en una pierna y se enredó con la otra al pisar la manga. Perdió el balance y casi desistía de hacer el saludo, pero prefirió caerse al piso antes de fallarle al teniente. Ya en el suelo, con el pantalón prácticamente puesto, escuchaba los gritos:
— ¿¡VIERON ESO!? DE-DI-CA-CIÓN. ¡OMBI!
— ¡Sí Señor!
— ¡VENGA ACÁ AHORA! Súbase ese pantalón y repórtese a la línea de nuevo.
Trató de levantarse del piso usando solo la mano que tenía disponible, con los pantalones sin abrochar, pero no podía. Se movía en el piso como pez fuera del agua sin éxito alguno.
— ¡USE SUS DOS MANOS OMBI!
— ¡Sí! Gracias teniente.
El resto de los cadetes seguían mirando fijamente hacia al frente, donde se encontraba su teniente, sin tener idea de como transcurría toda la escena del pantalón. Solo escucharon la caída, los movimientos en el piso y gritos del teniente. A los varios segundos, se reincorporó a la línea.
— ¡Por qué están aquí!
No hubo contestación alguna.
— Pregunté: ¿Por qué están aquí?
Después de terminar el eco del teniente, hubo un silencio completo en la sala.
— Ustedes están aquí porque quieren salir.
— ¡SÍ, TENIENTE!
— Ustedes están aquí porque quieren una nueva vida.
— ¡SÍ, TENIENTE!
— Ustedes están aquí porque vale más una muerte digna afuera que una vida llena de aburrimiento entre cuatro paredes.
— ¡SÍ, TENIENTE!
— Así me gusta, dignos de ser llamados OMBIS. Ahora… BOTAS y LÍNEA. En ese orden. Salimos en TRES minutos.
Ninguno respondió, y se miraron entre sí asombrados. Permanecieron pasmados hasta el escuchar los gritos del teniente.
— ¡AHORAAAAAA!
Cada uno corrió a su litera y comenzaron a vestirse.
— Dije, ¡BOTAS y LÍNEA! NO DIJE ROPA, NO DIJE UNIFORME. BOTAS Y LÍNEA. DOS MINUTOS.
Algunos estaban mitad vestidos, confundidos y a la misma vez con miedo de desafiar a su superior, se removieron los artículos que se habían puesto y agarraron las botas.
— ¡UN MINUTO!
Comenzaron a caer en fila los primeros, poco a poco hasta tener la plantilla completa en línea.
— ¡BIEN! OOOOOOMMMM- BISSSSS
— ¡Sí teniente!
— ¡Eeeeeeen marcha! ¡Vamonós!
Así mismo giraron 90 grados en dirección a la puerta y fueron hacia al frente paso por paso. Cuatro de los primeros que entraron con el teniente se habían quedado en la puerta doble. Dos de ellos la abrieron, los otros dos salieron y adelantaron unos 25 metros de distancia con las armas largas arriba y mascarillas de gas puestas. El resto del grupo se detuvo en el mismo marco de la puerta antes de dar un paso hacia afuera. Mientras aguardaban las instrucciones del teniente, dos cadetes siguieron hablando.
— ¿Puedes creer esto? Vamos a salir.
“Es un locura. No tenemos armas, no tenemos máscaras. ¡YO ESTOY SIN CAMISA!”
— NO, LES, DIJE, QUE, PODÍAN, HABLAR. ¡USTEDES DOS! AAAAAL FRENTE, ¡AHORA!
“Sí teniente.”
Les hicieron pasillo para que llegaran hasta el principio de la fila, y se posicionaron al margen de la puerta, mirando hacia el exterior. Era casi la medianoche, el cielo seguía nublado, como llevaba hace años sin tirar un rayo de luz, no se veía ni una estrella. Sin alguna luz artificial, como la linterna reglamentaria, no podías ver más de 20 metros entre medio de la bruma pesada que anulaba la visibilidad natural. La temperatura estaba fresca con un poco de viento nocturno. No estaba fría, por el momento, pero era inminente que bajaría unos grados en la madrugada. Con la mayoría del grupo en ropa de dormir y paños menores, solo con botas puestas, definitivamente sentirían el frío más agudo, cuidado si bajara a niveles peligrosos dependiendo del factor viento.
— Ustedes querían salir, querían una nueva vida, querían escaparse de las cuatro paredes.
Pues aquí los traigo al mundo exterior. Su nuevo hogar.
En ese momento, se notaron dos bombillos brillantes moviéndose entre medio de la oscuridad, acercándose cada vez más hasta poder descifrar lo que era, un camión blindado que se estacionó justo al frente de los dos soldados con las máscaras puestas. Se bajaron dos soldados más, ambos con rifles largos y máscaras de gas, y abrieron la compuerta trasera.
— ¡OM-BIS!
— Sí, teniente
— Corran hasta llegar al camión y encuentren asiento adentro. Vamos a dar una vuelta.
Antes de que los cadetes pudieran aunque sea pensar en las implicaciones de esta acción, el teniente gritó:
— ¡MUÉVANSE!
Salieron corriendo en fila y en unos pocos segundos ya todos se habían montado en la parte de atrás del camión. El último en entrar fue el teniente, que permaneció parado en el mismo centro. Los dos soldados que se habían bajado inicialmente con las mascarillas, cerraron las puertas desde afuera y se volvieron a montar en la parte de al frente para conducir. Los que habían salido a 25 metros, permanecieron quietos en la oscuridad con sus rifles arriba, viendo como el camión se desaparecía poco a poco en medio de la neblina noctámbula. El teniente comenzó a hablar.
— Una pequeña historia para que tengan idea. Estamos en un área muy especial porque ustedes son un grupo muy especial, son la plantilla más pequeña que he tenido en mi vida. Algunos han salido afuera momentáneamente entre medio de viajes, y han dado unos pasos hasta llegar donde están. Otros tendrán la experiencia del exterior por primera vez en su vida. Olviden TODO lo que han aprendido, ignoren todo lo que se puedan imaginar. Lo único que les debe importar es mantenerse con vida.
Los cadetes se miraron todos entre sí. El pánico los abrumaba sin forma alguna de esconderlo.
— Siento un poco de dolor en mis rodillas, hoy será una noche bien rica y fría. Cuidado si hasta puedan mojarse bajo la lluvia. Les diría si viene agua, pero no podemos ver nada hacia arriba. Así que, suerte. Los afortunados que regresen al campamento tendrán la recompensa de un desayuno caliente, ropa y su nuevo uniforme de Ombis. Ah, y por supuesto, mantener sus vidas. Los otros… Pues… No puedo decir lo mismo. Es el riesgo que se corrieron al llegar aquí.
Se detuvieron y se escucharon dos puertas abriéndose, luego los pasos de los soldados que pararon afuera del camión aguardando las instrucciones del teniente.
— Llegamos. Los dejo con tres lecciones para aprender ahora mismo, tal vez sean las últimas que escuchen: ¡UNO! Son un grupo pequeño, protéjanse entre sí y de seguro habrán menos bajas.
¡DOS! La cara no se toca, los ojos no se frotan, los dedos no se meten a la boca o nariz. REPITO. NO. SE. TOQUEN. LA. CARA. El que no me crea, lo reto a que sea lo primero que haga cuando se bajen.
¡TRES! Si se pierden y quedan solos en medio de la oscuridad, corran. No lo piensen y solamente corran hasta que no puedan más. La fatiga y adrenalina se encargarán de hacerlo menos doloroso. Con suerte, encuentran un risco y por ahí mismo se tiran. Nueva vida o muerte digna. No importa lo que suceda, desde este momento los puedo llamar ¡OMBIS!
— Sí, ¡TENIENTE!
Abrieron la compuerta del camión y entró una ráfaga de viento frío que sacudió el espíritu de todos los cadetes. Se miraron asustados entre sí, sin poder moverse. Solo se veían las linternas de ambos soldados afuera. Ninguno de los cadetes se bajó.
— Oye tú (miró al cadete que estaba tertuliando cuando entró al salón.) Sí, tú. De ti esperaba más. Me dijiste que saliste de tu casa gritando ‘A la mierda’ antes de que te trajéramos al campamento. ¿Ya no tienes esa misma actitud? ¿Estando de frente a lo que será la aventura de tu vida?
“Teniente, lo que sucede es que no tengo ni-“
— Haré esto de la forma más fácil posible. Les daré dos opciones: UNA, se bajan todos aquí, en grupo, y trabajan juntos para regresar hasta el campamento con las menos bajas posibles o DOS, las puertas se quedan abiertas, guiamos mucho más lejos y con la asistencia de estos dos caballeros en la compuerta, los vamos tirando al exterior uno a uno cada 30 segundos, donde las bajas serán casi al 100%. Así que, vamos de nuevo. ¡OOOOOM-BIIS!
— ¡Sí teniente!
— ¡AL EXTERIOR!
Y fueron saliendo de dos en dos, desapareciéndose entre la bruma a los pocos pasos, lanzándose hacia lo desconocido solamente con el coraje de enfrentarse a los miedos más profundos de su imaginación, convirtiendo su pánico en el motor para acelerar las piernas. Habían salido al exterior, y no volverán a regresar nunca jamás. El teniente agarró su radio y envío su mensaje:
— Compañía Isaac a Lintuko, ¿me copia?
— Lintuko a Isaac, te copio.
— Misión cumplida. Listo para la próxima.
— Buen trabajo Isaac, como siempre. Pendiente a los nuevos reclutas en un par de días. ¡Así vivimos más!
— Así vivimos felices, cambio y fuera.
Parte 5: Lintuko, Corp
— Estamos en medio de una crisis que nos está afectando a todos. Si actuamos ahora, podemos evitar el peor de los escenarios. (Proyecta la primera gráfica en la pared). Producción a nivel domiciliario ha bajado, la tasa de natalidad está en su punto más bajo histórico, de ambas vidas, antes y después. Increíblemente, los 988’s siguen incrementando a diario.
— Emm, permiso. ¿Qué es un…?
— Suicidios, Alberto.
— ¿Pero cómo siguen aumentando?
— El uso de las tabletas ha sido desmedido en comparación a lo teníamos estimado. Originalmente las suplimos solamente por el efecto psicológico que tenían, brindaban la ilusión de elección. Pero como podemos observar en la tendencia, cada día más personas abandonan la realidad que viven. Ven esa como su única opción.
— ¿Han pensado eli…?
— Sí, lo hemos discutido en varias ocasiones. Pero nuestros expertos aseguran que manteniendo las tabletas evitamos mayor violencia, posibles mutilaciones e intentos fallidos que terminarían en un reguero inmenso que nadie limpiará. Las tabletas se quedan. Añado, todos tendrán la oportunidad de hablar cuando les toque. Evitemos este tipo de interrupción. Seguimos.
(Algunos en la sala se rieron. Presentó la próxima gráfica.)
— Drones están en operación óptima, cumpliendo al 99% sus entregas. En realidad cumplieron el 100%, pero ingeniería me indicó que por cuestiones de mantenimiento y margen de error, tenemos que poner 99%. Lo importante aquí es que más allá de nuestra labor diseñando a perfección estas máquinas, los terrenales han estado receptivo a ellas, no las han vandalizado ni robado. Adicional a que tampoco hemos fallado en el control de cataclismos meteorológicos. Gracias de nuevo a ingeniería. Próximo…
(Cambió la gráfica.)
— Esto demuestra el total de vegetación que ha crecido en el planeta y los niveles de las mares… Cosas aburridas. No hacen falta ahora mismo. Próxima. Ok, sí. esta es importante y voy solicitar la ayuda de comunicaciones para esto. ¿Sandra? Por favor, tiene la palabra.
(Se levantó de su silla una mujer alta, acercándose fácilmente a los dos metros. Vestía con tacones, los cuales la elevaban aún más, y un traje de oficina negro que le quedaba por encima de sus rodillas, casi a mitad del muslo, exponiendo sus piernas largas hasta al nivel de la pantalla. Tuvieron que ajustar el proyector a proporción con su altura.)
— Gracias Mauri, siempre tan atento, agradecida. Bueno, como bien saben, la situación está llegando a niveles peligrosos. (Presentó su primera gráfica). El total de horas viendo televisión ha aumentando drásticamente. ¿Cuál es el problema se preguntarán? Que no se supone que el incremento sea tan grande de seguido sin haber introducido alguna variable nueva. El departamento nos dio números específicos, y es que están dejando la TV prendida más tiempo. En ocasiones ni la apagan, se queda en un solo canal por 24-48-72 horas. Esto es una señal de dejadez con el medio, falta de interacción con el contenido que suministramos. Programas de aeróbicos y ejercicios apenas se sintonizan, indicando que no se están manteniendo activos en sus casas. Esto disminuye el metabolismo, desregula digestión, aumentando la obesidad, aumentando el consumo de comida, aumentando posibles costos futuros medicinales y por ende, menos calidad de vida poblacional. (Segunda gráfica). Periódicos y noticias. Encontramos que los periódicos que están llegando al centro de reciclaje están intactos, doblados como se los entregaron. Significa que no los están leyendo, no le prestan información a la prensa escrita. Verificamos el acceso a la internet y sus búsquedas. No están interesados en lo que está sucediendo actualmente en el mundo. El pico de visitas lo tiene un foro de imágenes, y otro donde suben juegos pirateados de la otra vida. Es sumamente preocupante este dato, porque si no están consumiendo los medios, no tenemos formas de proveer informaciones y medir opiniones respecto a ellas. No están viendo televisión, no están leyendo noticias, tampoco están trabajando lo suficiente en el computador. Pues, ¿qué hace la mayoría de la población? Sencillo. (Nueva gráfica mostrada). Comunicándose. La gente está pasando más tiempo entre ellas, hablando entre sí, manteniendo las cámaras prendidas por días a la vez, conectadas a los mismos usuarios, en ocasiones sin ningún tipo de actividad frente a ellas, de acuerdo a nuestros sensores. Nuestros expertos del lado de Conducta y Psicología nos aseguran que se trata de una depresión masiva a nivel poblacional. Esta es la información que tenemos confirmada al momento. Antes de terminar, quiero compartir con ustedes el mensaje que me enviaron (Agarrando su móvil, localizó el email.) Los cito palabra por palabra: “Enviamos esta data hace más de un año y la gerencia no actuó sobre ella. Están perdiendo el control. Resuelvan esto lo más pronto posible.” (Volvió a sentarse en su lugar en la mesa).
— Qué grupo tan alegre ese de Conducta. (Respondió Mauri al levantarse de su asiento. Se volvieron a reír en el salón). Como siempre, Sandra, déjales saber que gracias por sus informaciones y que trabajaremos sobre ella tan pronto sea necesario. Ahora quiero cederle el piso a Seguridad. Cuando desees, Charles.
(Desde el final del salón, se escucharon los pasos de un hombre en dirección hacia al frente. Toda su ropa era gris, todos sus accesorios eras grises, desde los espejuelos y correa hasta la pulsera y los cordones de sus zapatos. Su pelo largo al hombro era canoso grisáceo completo, incluyendo el bigote largo en forma de U. Volvieron a ajustar el proyector a su medida).
— Uj-um, (despejó la garganta). Soy Charles, director de seguridad. No creo en presentaciones ni gráficas, sino en acción directa para corregir a los insubordinados. Aunque no han dañado los drones, sí han dañado cerraduras interiores y exteriores. Sabemos esto porque encontramos casas con las puertas y ventanas abiertas, sin nadie adentro o llena de animales alimentándose de cadáveres. La gente se está escapando al exterior. La mayoría regresa a la casa de nuevo por miedo, pero de nada les sirve regresar luego de estar expuestos. Otros prueban su suerte y se lanzan a explorar. De esos aventureros, gran parte no duran mucho con vida. Entre los animales salvajes y sus cuerpos desprevenidos para las condiciones que enfrentarán, las bajas son prácticamente seguras. ¿Las excepciones? Me informa el Comandante de los Ombis que sus plantillas van disminuyendo cada día que pasa. Encuentran los cuerpos casi sin vida y los liquidan, o los llevan a los campamentos de evaluación. Donde son interrogados y luego soltados de nuevo al exterior. Nos urge acción directa en presencial, ahí mismo en la superficie. Seguridad se pone a la disposición de la gerencia para bajar tan pronto recibamos la orden. Eso es todo. Gracias.
(Charles llegó hasta el final del salón, y en vez de regresar a su silla, lo siguió directo hacia la salida. Cerró la puerta y se escuchaban sus pasos desvaneciéndose en el fondo.)
— Para aquellos que NO conocen a Charles, ese es el hombre más fiable en todo este plano. Cuando llegue EL final verdadero, a él es el que quiero mi lado. (Muchos en la sala carcajearon, otros aprovecharon para decir chistes entre ellos.) Entiendo… Si quieren, podemos tomar un breve receso. Tenemos comida en exceso al final de la sala, más café, champaña, lo que quieran tomar, cortesía de gerencia. A mí me encantaría una mimosa y crostinos. ¡Decidido! Vamos por unos minutos de ocio antes de seguir. Pronto terminamos. ¡Buen provecho!
(Se levaron todos de la mesa, habían unos ocho hombres vestidos con trajes grises y negros, y una mujer adicional, aparte de Sandra. Aprovecharon estos momentos para tertuliar entre sí, conversar sobre la comida, degustar bebidas y seguir riéndose del mensaje de Conducta y Psicología.)
— Vamos tomando asiento (dijo Mauri mientras prendía el proyector y se acomodaba de nuevo al frente en el podio). ¿Bien? ¿Satisfechos? Busquen otra bebida más, ahora es el momento clave. Vamos a abrir la mesa para que hagan sus preguntas y ofrezcan comentarios. Sabemos que todos tienen asuntos importantes por atender, no queremos quitarle más de su tiempo. Ajá sí, dígame.
(Se paró un hombre bastante mayor. En sus años de joven, tal vez medía unos seis pies, pero ahora viejo y encorvado, mirando para el piso, debe haber perdido como un pie de altura.)
— Creo que aquí todos me conocen, y los que no, no deberían estar sentados en esta mesa hasta que tengan más edad. Llevo 70 años corriendo finanzas y nunca he visto semejante desastre en producción. Les damos el computador, les damos sus instrucciones: Muevan el texto aquí y cópienlo allá. Hagan eso suficientes veces y les daremos comida y seguridad para que puedan vivir sus vidas. Los reportes semestrales están más decrépitos que yo. Necesitamos esa labor computacional si queremos seguir extrayendo datos para vendérselos a los otros. Lo que estamos produciendo ahora mismo no es suficiente para complacerlos. Con suerte, no estaré vivo para el día que se aparezcan sin avisar en el puerto espacial, exigiendo tomar control de operaciones. Esto NUNCA pasó mientras teníamos al mando a gente serie durante mi generación.
— Don Anselmo, te aseguro personalmente que no llegaremos a ese punto. Lo menos que quiero es que tengas esa preocupación a tu edad. No es saludable. Tenemos buena relación con los otros. Agradecemos tu aportación a la mesa siempre, pero, y esto te lo digo como tu nieto favorito, no como director de operaciones, tienes que ya ir aceptando la idea de retiro y olvidarte de la organización, para tu bien. Disfrutar la vida con los bisnietos, y seres querido en familia. (Suspiró). Ojalá todos fuéramos tan afortunados como usted abuelo.
—Ah, cállate ya Maurito. Más seriedad. Ese es el problema de ustedes los jóvenes, todo es un maldito chiste.
— Gracias siempre Anselmo. Cuidado al sentarte, me avisas si necesitas un cojín. ¿Quién más? Por favor, vamos a mantenernos en posibles soluciones, no añadir más problemas. Mucho menos amenazas no presentes como los otros… ¿De acuerdo?
(Se levanto un hombre, relativamente joven y bien parecido, vestido con camisa manga larga remangada, mahones claros y zapatos de vestir marrones. Se puso los espejuelos y se echó el pelo para atrás antes de hablar).
— Hola, Diego, Medios… Primero que todo, me hago eco de las palabras de Sandra y estoy de acuerdo con todo lo que planteó. Examiné esa data personalmente y ahora pregunto: ¿Qué pasó con el mesías?
— Excelente pregunta Diego (Respondió Mauri.) Abandonamos el concepto de “Mesías” después de la segunda ola. Nos dimos cuenta que las personas respondían cada vez menos a la noción de un ‘salvador’ o de un milagro. Con la ayuda de mercadeo y conducta, condicionamos a la población más a la idea de acoplamiento, en vez de esperanza. Esa iniciativa nos trajo el periodo de más estabilidad y producción dentro de la organización. Creemos que introducirlo en estos momentos tendría más un efecto de burla o desalentador. Esto es de acuerdo a las grabaciones que hemos escuchado, data provista por mercadeo, y analizada por conducta. Simplemente no es posible.
(Desde su silla sin levantarse, se alzó la única voz femenina que no había hablado. Vestía con traje de pantalón y chaqueta. Hablaban con voz firme y a la misma vez, un tono desinteresado en lo que le pudieran ripostar.)
— ¿Qué tal si ampliamos el programa de los OMBIS? Aumentamos tropas en la superficie. Adquirimos mayor dominio sobre las personas. Funcionó en la tercera ola bajo Labud. Más fuerza, menos resistencia.
— Bien, para los que no la conocen, ella es Lorena de Logística y Producción. Gracias a Lorena, todo corre eficientemente y a tiempo, la población de abajo se alimenta y recibe los medicamentos necesarios para sobrevivir. Pues Lorena, si estuviera Charles aquí, te hablaría más a fondo de esto, pero debe estar ahora mismo con sus juguetes en el cuartel.
Te explico por encimita: Después de la tercera ola pasaron los años y los residentes inferiores se pusieron más dóciles, tuvimos menos resistencia a nivel poblacional y simplemente, nos dimos cuenta que ya para esta etapa no era necesaria el uso de fuerza y dominio. Tampoco podíamos tener tantos reclutas de ombis. Las personas querían abandonar sus vidas seguras dentro del hogar para unirse a la unidad patrullera y control de animales. Mientas más personas tuviésemos afuera a la vista, más personas tendrían la idea de querer salir. Era inaceptable. De igual forma, logramos transformar la imagen de los ombis, de pos fascistas a ejército de apoyo y asistencia humana. Respuesta larga corta, no podemos seguir exprimiendo limón porque ya no queremos más de ese jugo.
(Hubo un silencio momentáneo en la sala. Al ver que las ideas más comunes entre ellos fueron descartas sin mucho debate ni esfuerzo, las personas presentes se tomaron el tiempo para realmente evaluar la gravedad de la situación y brindar soluciones ejecutables).
— Frau… Frau… Te veo desde hace rato con ganas de decir algo. ¿Qué tienes en mente?
— No, no, es una idea más que nada, no es real.
— Pero para eso estamos aquí, para ideas. Lintuko no era real, no era posible y mira donde estamos. Anda… Te cedo el podio. Frau, por favor, ilumínanos con la capacidad que solo Ingeniería puede tener.
(Se para un hombre gordo, con tirantes estirados al límite, que se veían aún con la chaqueta puesta. No hacía calor, pero tenía la frente y axilas sudadas. Perdió un poco la respiración caminando los 10-12 pasos hasta llegar al podio).
— En el Departamento de ingeniería estamos probando ahora mismo una nueva cepa. Una nueva forma de-
— Espera espera, (interrumpió Mauri). ¿Cepa? ¿Ustedes trabajan con biología y micro en estos momentos?
— Sí, bueno, no. Estamos en contacto con ellos, no trabajamos con ellos. Recientemente nos enviaron unas informaciones de propagación y sanidad que nosotros usamos para desarrollar tecnología segura que no ponga en riesgo a los de abajo. Nos indicaron que la peor cepa fue la segunda. Porque permanecía más tiempo en superficies, había contagio por vía aérea y sus síntomas se confundían con otras enfermadas comunes, amplificando enormemente los diagnósticos equivocados. Por eso mismo tuvimos que rediseñar toda nuestra tecnología, cambiar los materiales de construcción y crear las ventanas de servicio de los drones, para que no entrara a las casas.
— ¿A dónde vamos con todo esto Frau?
— Pues, la segunda cepa ahora es un virus totalmente nuevo. Ni ellos saben específicamente todos sus detalles. Todavía está en la etapa temprana de investigación. En las conversaciones que tenemos, hacemos chiste con la idea de que alguien haga un error y se esparza aquí arriba, terminemos como los inferiores en cuarentena indefinida.
— ¿Estas son sus conversaciones cotidianas, Frau? ¿La muerte de nuestro santuario?
— Lo que propongo es lo siguiente. Nosotros tenemos que probar esta nueva cepa. El modelo de abajo ya no está produciendo de forma óptima. Algunas veces hay que destruir para construir, perturbar para producir.
(Las caras alrededor de sala cambiaron de parecer. De pesimismo y desmotivación, ahora mostraban curiosidad y emoción).
— Habla más Frau ¿Cómo lo haríamos?
— Desinfectamos el aire, eso es lo más fácil. Despachamos a los ombis que nos quedan para que exterminen a los animales más feroces. Luego usamos a comunicaciones y mercadeo para que hablen de una nueva vacuna o cura experimental. Medimos interacciones y poco a poco los vamos dejando salir. Obviamente, al principio morirían en grandes cantidades en lo que se acostumbran a la vida en el exterior y se enfrentan al aire natural después de tantos años respirando el purificado enriquecido que suplíamos. Pero luego, aumenta la moral, aumenta la felicidad, adquieren un tipo de normalidad de nuevo «como antes» y de nuevo empiezan a nacer nuevos bebés, desarrollar familias. Cuando el tiempo sea el indicado y hayan abandonado las medidas preventivas de siempre, vendrá la nueva ola.
— Sí, sí, ¡SÍ! Me gusta. Y de seguro ya tendríamos las especificaciones de la nueva cepa para poderla propagar de forma más eficiente sin sufrir tantas bajas como nos pasó anteriormente. Esa tercera ola fue un total desastre. Todavía recuerdo las pelas de abuelo cuando llegaba del trabajo a la casa.
— Exacto. Sería mucho más responsable de nuestra parte y podríamos medir las consecuencias. Es lo correcto, Mauro.
— Atención en la sala, ¿Todos de acuerdo con la idea de Frau? ¿Hay alguna oposición a la medida?
(Miró alrededor de la sala y todos permanecían impresionados con el desarrollo repentino).
— Señoras y Señores, me parece que encontramos la solución. Pregunto de nuevo por eso de que sea unánime. ¿De acuerdo con la nueva solución?
(Comenzaron los aplausos y felicitaciones, se daban abrazos y apretones de mano entre sí. Abrieron las botellas de champán.)
— Hablaré con gerencia para poner esto en marcha comenzando mañana mismo. Mercadeo, voy a necesitar un comunicado detallado para enviarle a los otros. Así Don Anselmo puede vivir en paz por varias generaciones más. Por favor, no hagan mención a los datos actuales, solo de nuestro nuevo curso de acción.
(Levantaron todos sus copas y Mauri exclamó).
— Brindemos por la cuarta ola. ¡Salud! ¡Así vivimos más!
(El resto de las personas gritaron)
— ¡Así vivimos felices!
FIN